Le dijeron que tenía que adelgazar, que debía aumentar el
tamaño de sus pechos, que era necesario que se alisara el rostro tras despertar
y tapara sus cabellos blancos cada veinte períodos iguales de veinticuatro
horas. Que era prudente que siendo mujer midiera unos centímetros más de altura,
por lo que tendría que pararse sobre tacos o plataformas -a elección- y caminar delicadamente
con ellos, sin perder femineidad. Que su rostro no era tan perfecto –argumentaron
que ningún rostro lo era-
y que lo mejor era maquillarlo para resaltar determinados rasgos y ocultar lo
que llamaban defectos. Que en algún momento iba a entender la existencia de
palabras solo pronunciables por hombres, pero que había tiempo para eso. Que las
damas tienen un comportamiento al que deben apegarse porque, si se mueven
mucho, se les puede desabrochar el corpiño y provocar al sexo masculino, aunque
también le aclararon que evite la palabra sexo. Que las mujeres deben evadir
cualquier goce individual. Que no es propio que rían a carcajadas. Que no tienen
que bailar como lo sienten, sino como se les impone. Que no se tienten a jugar
a ningún juego que no las posicione en su rol familiar asignado, puesto que
representa un gran peligro para el buen funcionamiento de la sociedad
reproductiva. Que no pueden quejarse, ni luchar, ni organizarse. Que no deben
descuidar a su marido. Que tras procrear -requisito
obligatorio- solo
pueden dedicarse a sus hijas y a sus hijos. Que es mejor que no lean. Que es
mejor que no piensen. Que es mejor que no sueñen. Que es mejor que no sean.
Cuando fue grande descubrió que muchas mujeres desaparecían,
como si las hubiera abducido un ovni o tragado la tierra: no le costó descubrir
por qué.
Mejor descripto... imposible!!!! MAESTRA!
ResponderEliminarCariños
Cris