El problema era la arruga en la cortina color celeste. Meses
había pasado padeciendo esa desgracia, sin saber ni sospechar, masticando la
bronca, el asco y la tristeza. Ya no dormía bien de noche, los últimos días ni
siquiera cuando había sol. Con el primer crepúsculo de la semana –que a veces
dudaba si ubicar en domingo o en lunes, así que alternaba- buscaba el
pronóstico del tiempo para saber qué pasaría con el clima, pero rápidamente y
aterrado bajaba hasta el horóscopo a ver qué le depararía el que no nombraba. El
que no nombraba nunca aparecía mencionado gratamente; el horóscopo estaba
ensañado en no decirle cuándo llegaría. Algunas veces se resignaba, otras
estallaba en carcajadas de llanto. El gato siamés -cuyo nombre omitiré por
cuestiones claras- había dejado de perder pelo, hasta que un día pereció y
empezó a aparecerse en sus sueños de despierto escribiendo lo que él hubiese
querido decir con la birome azul y el papel rayado. Cuestión que no podía dejar
de mirarlo, sabía que era imperfecto. Como a todo buen cristiano, esa no
perfección se le hacía insoportable, tenía que disimularla sin demasiado
esfuerzo, como hacen las personas ricas cuando entran a una iglesia. Diecisiete horas pasó visitando a una
terapeuta de piernas largas y escote prominente, aunque con un pequeño defecto
en el brazo, hasta que no pudo aguantar y le pagó extra para que fuera a
tratarlo a su casa: bastó un solo encuentro. Porque cuando él le había dicho, a
la psicóloga y a quienes no lo querían, que su forma de ver el mundo era muy
lineal, no se refería solo a ese punto de fuga del que había partido al pintar
el ventanal en el lienzo pálido, con la cortina color celeste y esa estúpida
arruga que ya no lo dejaba en paz. Y cuando pidió que nadie fuera a pensar que
el que no nombraba era el amor, también estaba siendo sincero. Si algo había aprendido antes
de que le crecieran tanto los pies, era que lo que no se menciona, no duele.
Entonces seguiría en silencio, mientras el felino espichado escribía como
Girondo y él pintaba los cuadros más feos del mundo.
Morí de amor con la psicóloga sexy. El gato siamés me pareció horrible, como todos los siameses. Es todo lo que tengo que dcir
ResponderEliminarEn instantes apliaremosssssss
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