viernes, 14 de junio de 2013

La que ya no tuvo más sombra

Después de haber fantaseado -ella y nadie sabe cuántas más- con todo lo que haría si pudiera ser la mujer invisible diez horas -para qué podrían servirle once o doce-; cuando al fin probó el jarabe ácido que convirtió en transparente su carne, su boca y su mirada -por lógica también su piel y todo lo demás-, únicamente pudo llorar y recordar que nunca pudo aprender a nadar. 

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