martes, 18 de junio de 2013

Té con limón

Los animales comen polenta en el fondo del patio mientras rasco cáscaras de limón para el té de la tarde. El té de la tarde tendrá como invitadas a Maribel y Agustina. Agustina llegó por primera vez a esta casa luego de que el primo Tito cortara con Celeste, la chica de las trenzas rubias; muchas son las pistas que llevan a suponer encuentros previos a la separación con la susodicha, aunque no existen pruebas al respecto más que el incipiente niño con la misma marca de nacimiento que Tito en el brazo izquierdo parido por Agustina cuatro meses después; la partera jamás confirmó el tiempo de gestación. La confirmación de asistencia de Maribel nunca llega a tiempo, suele suceder que dicha notificación arriba incluso después que ella, como si Maribel viniera a cococho de una liebre y la confirmación viajara en el caparazón de una tortuga. La tortuga que teníamos en la huerta, que con una naturalidad similar a la de los más hábiles espantapájaros lograba mantener las frutas y verduras libres de aves, fue devorada hace treinta y tres días por el perro Juan, ese que apareció junto a la puerta, en una canasta de mimbre, en septiembre del ´99. En ese mismo año, la abuela Roberta –de parte de quien el primo Tito recibió nombre por el ´78- impuso la costumbre de que cada tarde de junio se haría una reunión para tomar el té con cáscara fresca de limón entre las mujeres que con frecuencia caminaran por la casa y que los animales comerían polenta del día -aunque ya fría- en el fondo del patio. Las mujeres que con frecuencia caminaban por la casa llegaron a la casa; la abuela Roberta las recibió, serví las tazas de té, y noté que esta etapa del año transcurriría otra vez sin que nadie se preguntara quién era yo. 

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